Al desarrollar de una manera más consciente la habilidad de escuchar a los demás, y volvernos más atentos a la forma en que interactuamos con ellos es posible tener más compasión y empatía. Nos damos cuenta de la costumbre de interrumpir mientras el otro está hablando en lugar de prestar atención como es debido. O quizás nos ocurre que prestamos mucha atención sin intervenir, nos quedamos prisioneros de nuestros pensamientos y el otro persibe falta de interés. Puede ser que escuchemos a quienes no deberíamos y nos llenemos de creencias y juicios que no nos pertenecen o por el contrario no escuchamos a los que si debiéramos prestar nuestra genuina atención y nos perdemos de la posibilidad de enriquecer nuestra vida.

Escuchar no es simplemente oír el ruido que existe en el entorno.

¿Sabes escuchar a los demás?

Por mucho que creamos que se nos da bien escuchar, es posible hacerlo con más atención, respeto y cercanía por quienes nos rodean. Entonces, la sabiduría que recibimos de los otros siempre es sorprendente e inesperada. Cuando escuchamos a nuestros semejantes y conectamos con ellos desde el corazón, encontramos maestros que nos ayudan a evolucionar.

A menudo a las personas les es difícil escuchar lo que otros dicen y también tienen dificultades en hacerse escuchar en la forma que desearían.

La danza de la conversación – Escuchar y hablar

La comunicación tiene dos caras: hablar y escuchar. Generalmente se le ha otorgado más relevancia al acto hablar por ser el que genera acción y logra impacto instantáneo en los otros. Se cree que si hablas muy bien serás escuchado por los otros, pero esto es solo una parte, la escucha de otros se gana no solo con bonitas palabras. Se ha considerado que la escucha es pasiva. A partir de esta interpretación, el escuchar generalmente se da por sentado y rara vez se le examina como un asunto problemático.

La escucha requiere algo más que los oídos, el acto de oír es simplemente captar sonidos, pero escuchar es cuestión de poner los sentidos. Captamos palabras, pero hemos de atender al tono de nuestro interlocutor, esforzarnos en captar la intención que subyace en las palabras. Por medio de nuestra atención genuina podemos descubrir un mensaje muy diferente al que transmiten las palabras. Al escuchar con el corazón, somos capaces de entender lo que hay detrás de las palabras de nuestro interlocutor. Escuchar desde el corazón implica tener empatía y compasión por el otro.

«Demasiados ejecutivos piensan que son maravillosos con las personas porque hablan bien. No se dan cuenta de que ser maravillosos con las personas significa ‘escuchar‘ bien».

Peter Drucker

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